Sobre la mesa reposaban varios frascos de acrílico de diferentes colores. Eligió el azul y colocó un poco sobre su plato.
Cargó su pincel con la pintura elegida, apoyó una de sus manos sobre el papel para mantenerlo firme y así estar más cómoda.
Para la “experiencia” también se necesitaba música. Alguien se ofreció para manipular un radio grabador colocado sobre una mesa en un extremo del salón. La música comenzó a sonar y la invadió. Se dejó llevar, internándose en la mezcla de sonidos y pensamientos.
Cuando la música se detuvo sintió que el tiempo se había pasado demasiado rápido.
Levantó su mano suavemente. Dejó el pincel sobre la mesa y observó, silenciosa y detenidamente, la forma e intensidad del color de cada uno de sus trazos sobre el papel. Miró a su alrededor y notó que los demás hacían lo mismo resaltando que no todos habían elegido el mismo color, que los trazos eran distintos en cada papel y que mientras miraban sus “trabajos” sus rostros reflejaban sentimientos y emociones completamente diferentes.
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