Será

Sonreía mientras el viento le rozaba la cara, parecía que por fin era feliz. Cerró sus ojos mientras las olas, ya cerca de morir, le mojaban los pies. Escuchó cómo el mar le susurraba recuerdos y en su mente se hicieron ecos palabras con muchísimo significado para ella: libertad, ingenuidad, independencia, enfermedad, determinación, perseverancia...
Abrió sus ojos repentinamente.
El cielo estaba despejado y las estrellas parpadeaban al son de una canción que en su mente guardaba desde que era pequeña. Miró desde allí su cálida cabaña y sonrió: ¡Cuánto la había soñado! Pensó que no había sido en vano el tiempo transcurrido antes de poder estar allí, ni todas aquellas cosas que hubo que dejar en el camino. Por eso le resultaba de gran valor, porque era consciente del esfuerzo.
Una brisa fría erizó su cuerpo. Ya era tarde.
Sus pies la guiaron a través de la arena mojada hacia su cabaña. La luna se reflejaba en su pelo azabache, que simulaba un pañuelo de seda negro. Juntó un caracol ya desteñido, lo miró fijo y lo apretó fuerte entre sus manos. Volvió a mirarlo, sonrió y esta vez lo arrojó lejos, lo más fuerte que pudo. Reía y bailaba pisando de vez en cuando algún resto de agua salada que el mar se había olvidado en la arena.
Abrió con mucho cuidado la puerta y pudo ver, tal como esperaba, a su amado yacer dormido frente al fogón. Se acercó muy despacio y se acurrucó a su lado. Con los dedos algo entumecidos rodeó su cabeza y lentamente acarició sus cabellos algo secos por el sol. Pensó en su lucha.
Acercó su boca hacia la de él, cerró sus ojos, y con sus labios salados lo besó. Una extraña sensación inundó su ser entero. Se sentía plena, feliz, segura, pero sobre todo amada de verdad.
Un pensamiento fugaz la invadió, podía morir en paz ahora.

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