Rutina

Como todos los días se despertó con el sonido de su radio reloj.
Después de apagarlo, con los ojos todavía cerrados y antes de enderezarse en la cama, se frotó la cara. No lograba recordar desde cuándo había adquirido esa costumbre pero disipaba su pensamiento haciendo hincapié en la irrelevancia de su pregunta.
Tardó en abrir los ojos, se levantó de la cama y casi de manera autómata caminó hasta el baño rascándose la cabeza. Abrió la canilla del lavatorio y juntando un poco de agua fría en sus manos se la echó en la cara. Con la misma simpleza cerró la canilla, tomó la toalla y se secó el rostro.
Se dirigió hacia la cocina, prendió la computadora y luego la cafetera. Esperó que el café se calentara.
Después llenó su taza con ese líquido renegrido y se sentó frente a la PC.
Abrió su casilla de correo electrónico. Hizo un rápido barrido sobre los remitentes. Decidió abrir primero el de “Luz Fuentes” y esperó ansioso el contenido del mensaje. Se sorprendió. No era un texto lo que mostraba la pantalla sino una postal electrónica.
Un tierno oso de peluche con una enorme sonrisa dibujada en su rostro, salía de una caja de regalos sosteniendo un cartel que decía: “¡Feliz Cumpleaños!”.
Una leyenda bajo la tarjeta lo estremeció: “Espero que no lo hayas olvidado otra vez...”.

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