Sensación

Todo el día había tenido una extraña sensación en el pecho.
Era costumbre que la “mala suerte” la acompañara, así que no le dio demasiada importancia al asunto.
“Suerte -pensó- dicen que es la excusa de los fracasados”. Y le dio la razón a quien hubiese dicho tal cosa.
Caminó unas cuadras más y decidió entrar a un bar.
Eligió, como de costumbre, el lugar más apartado, la mesa más solitaria
Le hizo un gesto al mozo, indicándole que tomaría un café chico y se dispuso a mirar a través del gran ventanal que tenía a su derecha y que le proporcionaba una vista directa a la avenida principal de su ciudad.
No se dio cuenta cuando el mozo le dejó en la mesa el café, el recipiente con sobres de azúcar y el vaso de soda.
No encontró nada afuera que le pareciera entretenido o al menos interesante, así que volvió la vista a la mesa.
Recién en ese momento notó que el café ya estaba servido. Tomó la taza, la acercó a su boca y apenas el líquido rozó sus labios, volvió a dejar la taza sobre la mesa.
“No es esto lo que quiero”-se dijo.
Pero, ¿qué era lo que realmente quería?
No se trataba de un café o una gaseosa, de una cafetería o de una plaza, de una calle o un callejón, de verdades o engaños, de personas con nombres o fulanos, de tristeza o alegría…
Comprendió entonces, en ese preciso momento, su sensación. Era plena disconformidad.
Una lágrima mojó su mejilla.
Su disconformidad era justamente…

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