Ella emprende camino sin ver cuán alta es la montaña.
Lleva una brújula que nunca observa.
Y mientras planta semillas por donde camina, sabiendo que al volver olerá una flor, no hay sol que la enceguezca.
Hace tiempo aprendió a diferenciar el fruto amargo del dulce, no por su sabor, sino por su apariencia.
Aun en el silencio el viento le susurra.
No toma atajos y no teme a nada que pueda encontrarse en el camino.
No importa de qué color sean las nubes, ni cuán cansados estén sus pies.
Ella no se detendrá hasta llegar a la cima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario