El sonido de la lluvia las invitó a conversar.
Hablaron lo que pudieron, como pudieron.
Y remendaron con el mismo hilo aquella cubrecama que el tiempo había roído.
Sonrieron, se abrazaron después.
"Nada esta perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido, y hay que empezar de nuevo."
La porcelana duerme hecha trizas en el suelo, mientras ellos
continúan azotándose con palabras inútiles. La versatilidad sin límites, las heridas recubiertas con
granos de sal gruesa.
La luna los sorprenderá como siempre, adormecidos de cansancio
y rozándose los pies debajo de las sabanas roídas.