El hombre con la cara de barro la pasó a buscar. Ella llevaba en la canasta semillas de almendro. Se fueron al parque.
Comenzaron a cavar un pozo no muy profundo. El hombre se recostó en el pozo y ella plantó los almendros en la cara de barro, regó las semillas y se fue.
Pasaron los días y regresó a ver las primeras hojas de sus nuevos árboles.
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